lunes, mayo 04, 2009

Del scriptorium al obrador

V Seminario Anual
LOS AVATARES DE LA PALABRA ESCRITA


7ª Sesión: DEL SCRIPTORIUM AL OBRADOR

Prácticas de lectura y escritura en el Monasterio de Vivarium
Fabio Troncarelli [Universitá di Viterbo, Italia]

Escribir en el taller: la memoria escrita de los artesanos
María Luz Mandingorra Llavata [Universitat de València]


8 de mayo de 2009 - 11:30 horas
Universidad de Alcalá, Facultad de Filosofía y Letras
Sala de Juntas del Departamento de Historia I y Filosofía

Resúmenes de las conferencias
[1] Prácticas de lectura y escritura en el Monasterio de Vivarium
A mediados del siglo VI, después de la toma de Italia por Belisario, Casiodoro, que tenía ya cincuenta años, abandonó su brillante carrera política al servicio de los godos. Las circunstancias históricas hicieron imposible su deseo de conciliar los dos mundos que compartían los restos del Imperio Romano de Occidente: la antigua nobleza romana, con la que él se identificaba, y los nuevos pueblos del norte. Tras fracasar en su proyecto de abrir en Roma una escuela de Teología en colaboración con el Papa Agapito (535-536), Casiodoro se retiró a Calabria, donde fundó el Monasterio de Vivarium. Hombre de gran cultura donó una completa biblioteca al Monasterio e implicó a buena parte de los monjes en los trabajos de copia y transcripción de manuscritos, una labor que sería imitada por otros conventos durante la Edad Media y que permitió la preservación de numerosos textos de la alta cultura. Gracias a la intensa actividad del scriptorium de Vivarium, hacia el año 562 se concluyeron las Instituciones divinarum et humanorum lectionum, una obra que pretendía introducir en el estudio de la Sagrada Escritura a la pequeña comunidad de monjes del Monasterio. Se trataba, en realidad, de una bibliografía razonada en la que se examinaban el Octateuco (el Pentateuco más los Libros de Josué, Jueces y Ruth), el Libro de los Reyes, los Evangelios, las Actas de los Apóstoles y el Apocalipsis. También contenía capítulos dedicados a lecturas sobre San Hilario, San Cipriano y San Ambrosio e introducía reflexiones en torno a El amor con el que se debe leer la Sagrada Escritura, (cap. XXIV), Los cosmógrafos que los monjes deben leer (cap. XXV) y Qué deben leer aquellos que no les es posible adentrarse en los textos filosóficos (cap. XXVIII), entre otros. En el segundo libro se realizaba, además, un resumen de las teorías principales sobre las artes liberales y una lista de los autores más importantes en estas disciplinas. Casiodoro leía y preparaba los manuscritos, elaborando con amoroso cuidado no sólo una lista de las lecturas -los libros de la Biblia en particular y los escritos de sus principales comentaristas-, sino también la transcripción de los textos más importantes, realizando copias especiales para los monjes de su Monasterio. Sin embargo, casi todos los manuscritos de Vivarium se perdieron. A la búsqueda de algunos de los originales conservados y al planteamiento de nuevas preguntas y aproximaciones metodológicas, he dedicado una parte de mi tarea investigadora. En esta conferencia trataré de resumir las conclusiones de mis trabajos, centrándome en las prácticas de lectura y escritura desarrolladas en el Monasterio de Vivarium.
[2] Escribir en el taller: la memoria escrita de los artesanos
Sabemos que los libros de memorias son un producto de la sociedad bajomedieval. Una sociedad en la que el triunfo de la lógica gráfica exigía de quien desarrollaba cualquier tipo de actividad una competencia de escritura, aunque fuera mínima, y por lo tanto empujaba a su apropiación por parte de amplios grupos, fundamentalmente de mercaderes y artesanos, que eran conscientes de su necesidad y también de su carencia. Con el fin de satisfacer unas exigencias derivadas de sus actividades cotidianas aspiraban a alcanzar una alfabetización instrumental que, dada la insuficiente respuesta ofrecida por los procedimientos reglados de acceso a la instrucción, se adquiría frecuentemente por medio de un aprendizaje endogámico en el seno de la familia o del grupo profesional. Los libros de memorias son, ciertamente, resultado de estas necesidades y de los conocimientos adquiridos para resolverlas. Sin embargo, comprobaremos que, en muchos casos, la acción de escritura derivada de ese aprendizaje no responde tanto a una exigencia real como a una opción personal del escribiente, a su voluntad de escribir. Una voluntad alimentada, además, por el contacto con diferentes fuentes de información, así como con distintos modelos de construcción textual, que influyen de modo directo en la elaboración del libro, en cuanto que condicionan la selección de aquello que en él se registra y la manera de disponerlo por escrito.
Fabio Troncarelli nació en 1948 en Roma. Profesor de Paleografía latina en la Universidad de Viterbo y de Codicología en la Escuela Europea de Estudios Medievales de Roma, ha impartido numerosos cursos en universidades de Estados Unidos, México, Francia, Finlandia y España. Además de un investigador polifacético, es director de la revista Littera Caelestes, traductor y autor de varias novelas. Entre sus publicaciones destacan Memorie di un paleografo (1995); La spada e la croce. Guillén Lombardo e l'inquisizione in México (1999); y Francis Drake. La pirateria inglese nell'età di Elisabetta (2002).
María Luz Mandingorra Llavata es Profesora Titular de Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universitat de València. Desde hace tiempo desarrolla una línea de investigación sobre la difusión social de la escritura en la Baja Edad Media y en, particular, sobre las prácticas de escritura en el ámbito privado y su relación con la configuración de la memoria y la definición de las identidades individuales y de grupo. En ese sentido, dentro de un proyecto de edición de los libros de memorias conservados en los archivos valencianos, ha publicado diversos libros de memorias, como el Llibre de Miquel Ferrer, palmiter (1612-1634) (2007) o el Dietari de Gaspar Gasset, paraire, i familia (en prensa), al igual que ha dirigido la edición de otros, como el Llibre de fets meus propis: Don Francisco Alconchell (1646-1684), a cargo de Celia Guardiola Martorell.

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